LA SALVACION SE PROCESA EN EL CIELO O EN LA TIERRA?
Prof. Azenilto G. Brito*
Exposición didáctica sobre el importante tema de la justificación por la fe que, en esta época carácterizada por la superficialid y subjetivismo teológico, debería entusiasmar los cristianos modernos, como entusiasmó al mundo cristiano en el tiempo de los padres de la Reforma Protestante.
El tema de la justificación por la fe es fundamental para el cristiano, y una comprensión cabal de esta enseñanza tórnase cada vez más necesaria, pues ven perdiendo su fuerza explosiva delante de la superficialidad teológica, subjetivismo religioso y negligencia en la búsqueda por el “alimento sólido” en el estudio de la Palabra de Dios (Heb. 5:12), notorios hoy en varios sectores del mundo cristiano y evangélico. Pocos se dedican presentemente a exponer tal tema firmados en una profunda exégesis de los escritos de Pablo y en la proclamación incansable de los reformadores del siglo XVI-Lutero, Calvino, Zuínglio, Melancton. Primeramente, conviene recordar lo que ya fue clarificado en el artículo “Para Entender Justificación Por La Fe” (publicado como parte del libro del autor O Desafio da Torre de Vigia): las Escrituras presentan la obra redentora de Dios en dos aspectos: Aspecto 1 - La obra de Dios por nosotros en Cristo (justificación). Aspecto 2 - La obra de Dios en nosotros mediante el Espíritu (santificación). Conviene, todavía, recordar que el gran fundamento del cristianismo es que la justicia salvadora, santificadora, está en el cielo. La imortalidad está en el cielo, para ser concedida a los que “tienen el Hijo” en el día de la resurrección de los justos. Así, nuestra seguridad eterna está en el cielo, y la perfección está en el cielo. Muchos cristianos creen que el milenio se dará en el cielo.
Fusión y Confusión
De todas las maneras, el mensaje evangélico debe levantar la verdad de la Tierra, del hombre, y situarla enteramente en el cielo, EN CRISTO, donde puede ser poseída por la fe solamente (Apoc. 11:19; Rom. 5:17, 18; II Tim. 1:10; Rom. 8:35-39; Heb. 2:10; 5:9; 10:14; Apoc. 20:1-5; Rom. 1:16, 17). En contraste, la teología católica tiene por base la idea de fusión entre justificación y santificación. En consecuencia de tal entendimiento, la justificación es igualada a la experiencia del nuevo nacimiento, que, obviamente, ocurre aqui sobre este planeta. Tal vez algunos se indaguen ¿Pero, por que sugerir esta cuestión sobre un aspecto del pensamiento católico, siendo que tenemos clara noción de las enseñanzas bíblicas sobre la salvación de los pecados, que exponen la medida de los errores del cristianismo falsificado, mezclado con tradiciones humanas? Es que declaraciones del mismo tenor de la que sigue (extraído de un material para instructores de escuela bíblica de cierta denominación evangélica), son típicamente católicas, pero pueden ser encontradas frecuentemente en literaturas de evangélicos. A despecho de su apego a la Biblia como libro básico, muchos de estos, infelizmente, parecen haber perdido de vista su herencia protestante, inclinándose teológicamente hacia Roma, mismo sin darse cuenta. Dice la referida declaración:
El perdón de nuestros pecados (justificación) abarca la transformación de nuestro corazón por la obra del Espíritu Santo. Somos declarados justos porque recibimos la dádiva de la justicia cuando Él viene habitar en nuestro corazón.
¡Errado! Bíblicamente, justificación no incluye la experiencia del nuevo nacimiento; no es muerte para el pecado, pero la declaración divina EN EL CIELO de que un pecador es 100% justo y acepto por Dios. La justificación tiene lugar en el cielo, no en nosotros, sobre la Tierra. No es la transformación de nuestro carácter, pero la transformación de nuestro registro celestial. El concepto correcto sobre justificación por la fe es claramente expresado en el excelente artículo sobre “justificación por la fe” del SDA Bible Commentary [Comentário Bíblico Adventista del Séptimo Día], vol. 8:
Como empleado teológicamente, [justificación es] el acto divino por el cual Dios declara un pecador penitente justo, o lo considera como justo. Justificación es el opuesto de condenación (Rom. 5:16). Ninguno de los términos especifica carácter, pero solamente la condición o postura delante de Dios. Justificación no es una transformación de carácter inherente; no comunica justicia, más de que condenación comunica pecaminosidad. Un hombre entra en condenación por causa de sus transgresiones, pero, como un pecador, él puede experimentar justificación solamente mediante un acto de Dios. La condenación es adquirida, o merecida, pero la justificación no puede ser adquirida-es un “don gratuito” (no merecido) (v. 16).
Por otro lado, el nuevo nacimiento, que es muerte para el pecado y la transformación de carácter, debe tener lugar en nosotros sobre la Tierra. Esta es la obra del Espíritu Santo, el cual Dios concede a todos cuantos Él justifica.
Por que el Nuevo Nacimiento No Salva
La obra santificadora libra el pecador de la esclavitud de su naturaleza pecaminosa y lo fortalece, inspira y guía en un proceso de toda la vida de perfección de carácter para la gloria de Dios. Pero, la experiencia del nuevo nacimiento nunca podrá ser la base de nuestra aceptación por Dios. He aqui unas pocas razones de eso:
1. Todo lo que un creyente realiza en respuesta a Dios viene mezclado con el pecado, lo que incluye la experiencia del “nuevo nacimiento”. Nada que hacemos es puro (ver Ecl. 7:20). Nuestra aceptación por Dios debe basarse en una obra más pura y mejor de lo que nuestra experiencia de conversión. Nuestras obras de justicia son simplemente “trapos de inmundicie” (Isa. 64:6). 2. La justificación requiere mérito. Un pagamento igual a la justicia de Dios necesita ser efectuado. Nuestra experiencia de nuevo nacimiento no efectúa pagamento por pecado. 3. La justificación tiene por base una obra concluída que es plena y completa. Sobre la cruz Jesús declaró: “Está consumado”. Nada que hagamos acrecentará cosa alguna a esa obra completa de expiación. Solamente podemos aceptarla.
En el instante de la fe somos justificados plena y completamente y en el mismo momento la experiencia del nuevo nacimiento tiene inicio. La experiencia de nuevo nacimiento no puede comenzar hasta que la justificación haya tenido lugar. ¿Como, entonces, podremos ser justificados por la experiencia del nuevo nacimiento? ¡Imposible! En Pablo, el concepto de justificación es tanto judicial cuanto escatológico (Deut. 25:1; Prov. 17:15; Rom. 12:6-16; 8:31-34; Sal. 143:2; Mat. 12:36, 37). Se la naturaleza judicial de la justificación por la fe fuera perdida de vista, entonces la salvación se identificará de una forma o de otra, con la propia experiencia subjetiva del creyente. El Espíritu Santo no es nuestro Salvador, pero Jesús. El Espíritu Santo no es nuestra “justicia”; Cristo lo es. “Cristo, Justicia Nuestra” significa “Cristo en el cielo”, no nuestra terrenal experiencia de nuevo nacimiento. Este no es un juego de palabras. La distinción es indispensable. Por lo tanto, justificación es un acto completo que se procesa en el cielo, mientras santificación es un hecho incompleto que tiene lugar en la Tierra. Confundir ambos conceptos es errar totalmente el rumbo de la comprensión del plan de salvación. Significa todavía identificarse con la teología del Concílio de Trento, de la Iglesia Católica, que buscó refutar las posiciones del protestantismo.
Buenas Intenciones y Malentendidos
Conozco bien el ambiente evangélico, tanto carismático cuanto el tradicional, y estoy seguro de que no hace parte del ideario de la mayoría de esas iglesias, de sus pastores y miembros, una identificación con el catolicismo romano. Con todo, inadvertidamente, en sus sermones, sus lecciones bíblicas, sus cánticos y enseñanzas (como la errónea énfasis en en nuevo nacimiento, presentado muchas veces en el lugar errado-como fuente, y no fruto de la justificación) dejan escapar conceptos que se aproximan más de Roma que de la Reforma del siglo XVI. Al participar de un grupo de estudio bíblico** en cierta congregación evangélica, un perspicaz estudiante de la Biblia percibió la semejanza con el pensamiento católico de la declaración referida y llamó la atención de su instructor al respecto. Este, siendo un humilde siervo de Dios y deseoso de transmitir solamente Su verdad a sus estudiantes, resolvió emprender una pesquisa particular de la cuestión, y cuenta lo que entonces se dió:
En la ocasión yo tenía poquísimo conocimiento de la doctrina católica sobre justificación y santificación. Decidí enfrascarme en um estudio relámpago particular de la teología católica yendo a dos fuentes diferentes: El más completo catecismo que una libreria católica local tenía disponible, y un diálogo con un sacerdote católico que yo conocía. Los resultados del esfuerzo fueron sorprendentes, desconcertantes y alarmantes. Descobrí muchos trechos en el catecismo que eran casi idénticos a los que las lecciones bíblicas*** que estaba enseñando. Cualquier católico bien informado se sentiría bastante cómodo con la teología presentada en algunas partes del texto de estudio, supuestamente en harmonía con la nuestra “tradición” protestante. En la primera oportunidad que tuve, marqué una entrevista con mi amigo sacerdote. Cuando le hablé y a un joven colega presente sobre mi propósito de allí estar, ellos quedaron muy sorpresos pero bastante ansiosos en continuar el diálogo. Les dije que deseaba leer algunas declaraciones sobre el tema de la justificación y santificación y se ellos, como teólogos católicos, concordaban o no con ellas. A seguir, leí varias declaraciones del texto de estudio que transmitía a mi clase. Ellos concordaron plenamente con cada una de ellas. Despues, el más viejo de los dos hizo una declaración impresionante, pero que espero no sea profética. Él citó el material que yo terminara de leer como evidencia de que ¡el movimiento ecuménico estaba verdaderamente siendo bien sucedido! A seguir, ofrecióme un pequeño libro que presentaba el progreso que viene ocurriendo entre católicos y varias iglesias protestantes en el rumbo de resolver sus diferencias teológicas. Siendo un dedicado evangélico, sin ninguna simpatía por cualquier plano de unión eclesiástica, él desahoga: “Que Dios tenga misericordia de nosotros se mi amigo sacerdote tenía razón en su evaluación del material en las lecciones bíblicas de nuestro estudio. Se realmente la creencia católica sobre justificación es semejante a la de los nuestros instructores denominacionales, tenemos un serio problema. Algunos han sugerido que solamente porque los católicos creen en algo no convierte eso necesariamente en un error. Esto es cierto. Con todo, no debemos olvidar que la Reforma Protestante fue suscitada porque la iglesia había pervertido terriblemente la verdad a respecto de la justificación”. Cuando nos acordamos que hombres como Huss, Jerónimo y los millares de otros que fueron martirizados por rechazaren hacer concesiones sobre estas mismas cuestiones, no podemos permanecer como observadores pasivos y permitir que serios errores queden sin ser desafiados. (Adaptado de Thinking Aloud, no. 4, Lifemark, Temecula, Califórnia, EUA).
La Lógica Humana no Explica
Volviendo a la relación justificación/santificación, alguien podría exclamar: ¿Cómo puede ser eso? Ciertamente yo debo ser transformado y entonces Dios puede llamarme justo. ¿Pero que dicen las Escrituras? “Dios llama las cosas que no son como se fueran” (Rom. 4:17). “Este hombre recibe pecadores” (Luc. 15:12). “Dios justifica el impío” (Rom. 4:4). Como podemos ver, la fe une un pecador a Cristo y de ese modo somos justos, porque Dios atribuye los méritos y la perfección de Jesús al pecador. Cristo obedeció la ley por nosotros y todo que la ley requiere de nosotros Él cumplió en nuestro lugar (Rom. 10:4). Nadie es considerado oficialmente casado por pasar por una “experiencia”. Del mismo modo somos declarados justos a parte de nuestra experiencia espiritual, no importando cuan intensa haya sido. Tal como la experiencia del matrimonio se sigue al matrimonio legal (“os declaro esposo y esposa”), también la experiencia cristiana se sigue a la declaración de justificación. Recapitulando los puntos esenciales arriba expuestos: la verdad de la justificación por la fe es contraria a la lógica humana. Dentro de la lógica de la razón, algo debería ser hecho nuevo antes de lo llamarmos de nuevo. Dios, con todo, llama “las cosas que no son como si fuesen”. Así como declarar un hombre culpable no lo vuelve de hecho culpable por tal cosa, nosotros no somos transformados en justos por sermos así declarados. Al contrario, antes de sermos tornados justos, somos declarados justos por la fe. Y eso se dá, no porque Jesús es colocado en nosotros, y sino porque vivió de modo integralmente justo en nuestro lugar, en la Tierra, pero resucitó y ascendió al cielo, donde intercede por el pecador arrepentido. Por lo tanto, volvemos a nuestra tesis inicial: la justicia que nos justifica está en el cielo, y no en nosotros, sobre la Tierra. En el primer siglo, hombres de Dios estremecieron el mundo al enseñar que Él llama un hombre de justo cuando es pecador. Nuevamente en el siglo XVI el mundo religioso fue sacudido por un monge agostiniano que enseñaba que Dios llama un hombre justo cuando es un pecador. Ojalá el conflicto que polarizó la cristianidad hace más de cuatro siglos y medio vuelva a empolgar los estudiosos de la Palabra de Dios en nustro tiempo. ________________________
* Azenilto G. Brito es el autor de El Desafío de Las Drogas (Cada Editora Sudamericana, Buenos Aires, Argentina) y O Desafio da Torre de Vigia (Casa Publicadora Brasileira, Tatuí, SP, Brasil).
+ Como apéndice, que sin duda parecerá sorprendente para muchos, vale esclarecer que el **grupo de estudio bíblico mencionado tratábase de una clase de la Escuela Sabática y el material de las ***lecciones bíblicas citado no era nada menos de que la nuestra conocida “Lección de la Escuela Sabática” (específicamente, Lección 4// 2o trimestre, 1990). . .
No hay comentarios:
Publicar un comentario